eran cosas de las mañanas de los domingos.

Todos los domingos se levantaba temprano. A eso de las 6. Abría la nevera y cogía el chocolate que estaba cuidadosamente envuelto en papel albal. Lo abría despacio, como si fuera un preciado tesoro. Partía la onza perpendicular a la siguiente y se la metía en la boca. Tiraba las onzas restantes que se habían desprendido al partir el trozo y volvía envolver el chocolate.  A veces pasaba media hora saboreando el chocolate. Simplemente moviéndolo de un lado a otro entre las mejillas. Se le ponían muy rojos los labios y a veces sus ojos se llenaban de pintitas brillantes. Cuando los mirabas durante un buen rato parecía que veías dos noches en sus ojos y sólo planetas alrededor. Cuando terminaba, ya era la una y los niños habían vuelto de misa, pero ella seguía allí, sentada sin mover más que las mejillas, y los párpados a veces, sentada con el camisón sin taparse si quiera los muslos, sin guardar el decoro propio de las familias. Algunos domingos yo la tapaba un poco con la sábana, para que no se le enfriaran demasiado sus piernas pálidas, otras veces le cerraba los párpados con cuidado para que no se cansara de ver siempre la misma historia, los mismos cuentos del café, los mismos cereales de trigo. A ella no parecía importarle de veras. Y luego, cuando yo me sentaba en el sofá a ver una película de esas de misterio e intriga, ella se levantaba suavemente y guardaba el chocolate en la nevera, en un sitio lo suficientemente alto para que los niños no lo pudieran coger, y luego se giraba y me miraba, con una sonrisa de las que ya sabes qué te quieren decir, que esa tableta no era asunto mío y que ni se me ocurriera probarla.

6 comentarios:

  1. Precisamente que ella no quiera que lo cojamos, eso es lo que más gana me da de hacer ahora. Ponerme de puntillas, y comerme un mordisco (uno sólo para que no se enfade).

    Saludos subterráneos.

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  2. Madre mía, qué fácil soy, he agarrado la tableta de chocolate y me dispongo a dar buena cuenta de ella. Madre mía...

    Biquiños.

    De paseo.

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  3. (yo la habría probado. para saber qué sentía ella, ya sabes. quizás la curiosidad mató al gato y a mí me habría sabido amargo, porque me da por pensar que su chocolate era de los de 99% cacao. quién sabe, pero qué ganas de probarlo que tengo ahora)


    pd: me ha recordado a mis mujeres con hambre. a las de elefantes que a veces se pasean por maullidos cuando escribo muy de noche. me gusta.

    (y para ti, cariños
    en el pelo)

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  4. Las mañanas son mágicas, ¿no crees?

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  5. me ha encantado y sobre todo esto "parecía que veías dos noches en sus ojos y sólo planetas alrededor". te sigo! :)

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