tener conciencia de haber conocido hasta las partes más profundas de Boris Ytamink hacía que a veces me replanteara vivir. Cuando supe a qué dedicaba su tiempo libre me pregunté seriamente si era necesario tenerme a mí aquí. Con personas como él, ¿de qué sirve una más?. Está claro que todas aquellas cosas nunca me las contó él; eran sólo retazos de conversaciones que nunca tuvimos, o de palabras en sus ojos. A veces eran mensajes grabados con mercurio en el contestador, o llamadas perdidas. Supe que nunca me contaría nada de él, de lo que yo no pudiera apreciar en sus extremidades, cuando lo ví rellenando de algodón a un periquito disecado. Supe que nunca sabría más que una décima parte de su historia. Y eso me aterraba por dentro. Eran sensaciones de angustia y terror que hacían que los primeros días después de conocermos por primera vez todavía no pudiera dejar de apretar fuerte las mandíbulas, o de clavarme las uñas en las palmas de las manos. Todavía conservo la manía de mirar a mi espalda cuando voy por la calle, por miedo a encontrármelo detrás.

2 comentarios:

  1. que texto mas raro!
    pero me gusta...jajaja
    me ha matado lo del periquito, lo confieso!;)
    muah

    ResponderEliminar
  2. Le tengo un cariño especial a Boris. Creo que hasta a su nombre... Lorraine también se siente un poco de ese modo con respecto a Joseph.

    PD: Nada demasiado importante. Ya he vuelto :) Gracias por preocuparte.

    ResponderEliminar