¿Hasta qué punto aguantas la oscuridad? - me decías, mientras se te metía la mañana a trompicones entre las pestañas a medio abrir.
Hasta el punto que lloro si no veo las líneas de mi mano entumecidas por las noches - te contestaba, metiéndo la mano debajo de tu mandíbula, rascándome las yemas de los dedos con tu barba - Entonces, si no las veo, me pongo a llorar de desesperación. Porque pienso que las he perdido. Que se han borrado. Los borradores a tientas me han quitado el destino, el amor y la fortuna. Todo junto. Y me da mucho miedo encender la luz por si cuando me despierte ya no soy nada. Vamos, que ya no me despierto nunca más. Y prefiero quedarme en vela esperando a que todo se acabe. Que venga alguien que me diga que mi vida se ha acabado. Adiós y buenas noches, hasta siempre señorita, como el final de una película en negro y ocre. Y todo será porque se me olvidó encender la luz antes de tumbarme en la cama y luego, entre las sábanas, ya no me apetece levantarme a encenderla, aunque de ello dependa mi existencia humana y ajena.

3 comentarios:

  1. Es que cada palabra, cada sonido de cada palabra es perfecto exactamente dónde esta colocado.
    Creo que eres una amante de las palabras, solo así se puede explicar esta vocación por entrelazarlas.
    (hoy te mando cartas, seguro que te gustan las cartas escritas a mano, dicen cosas bonitas, aunque no tanto como tus relatos).

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  2. estoy absolutamente enamorada de todo lo que escribes

    "metiéndo la mano debajo de tu mandíbula, rascándome las yemas de los dedos con tu barba"

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  3. de palabras delicadas y sublimes. me gusta(s) mucho

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