A veces, las personas, en diversas situaciones a las que el destino nos enfrenta - hablaba pausadamente Boris, con las gafas metálicas en la punta de la nariz, mientras tiraba al suelo de madera las cenizas del cigarrillo gastado que sujetaba, débilmente, con su mano derecha - y entonces, somos unos jodidos traidores los unos con los otros. Nos volvemos perros de presa, nos comemos a nosotros mismos, nos apuñalamos dolorosamente, para trepar poco a poco en la línea de nuestro propio orgullo humano. Luego lloramos cuando vemos a nuestro amigo enterrado en una fosa, compadeciéndonos de él. Como si sintiéramos repugnancia por alguien que ya no nos puede hacer daño. No somos masoquistas, Markov. Somos humanos. Jodidos humanos. Nos gusta que nos hagan daño para después llorar lánguidamente. Nos gusta que nos maten para poder esgrimir nuestras culpas. Somos el anticristo, hijo mío. Moriremos antes llegar Ítaca deborados por fieras. Por nosotros mismos.

6 comentarios:

  1. Sus palabras me han llegado hasta aquí. Las guardaré... no vaya a ser que las olvide.

    ResponderEliminar
  2. es precioso, como siempre, te superas en cada escrito, en cada palabra.

    ResponderEliminar
  3. ¿Es Boris un misántropo, un filósofo o un hombre al que la vida no le ha tratado bien? Debo discrepar con él, porque para mí todavía quedan hombres buenos.

    pd. me encanta la imagen del lateral y la entrada, claro.

    ResponderEliminar
  4. no siempre la gente es así, pero la mayoría sí (:
    (bonito blog)

    ResponderEliminar
  5. lamentablemente, eso parece que va así.

    ResponderEliminar
  6. ¿Puedo pedirme las gafas de Boris? Prometo mimarlas y darles un buen desayuno antes de devolvérselas.


    pd: a mi elefante le cuesta un poquito leer el blanco sobre negro.

    ResponderEliminar