Recuerdo tus pupilas axfisiadas por el humo. Dabas, de vez en cuando, bocanadas de aire caliente. Húmedo. Me señalaste la oreja y luego te inclinaste. Levemente.
-Tengo tantas cosas bonitas que contarte que no sé por dónde empezar.
Yo entremezclé la angustia de aquel momento, con una alegría pálida. Pensé que morirías dentro de poco, pues aquello no era más que el último optimismo absurdo de estar ya moribunda. En contra de lo anterior, siempre pensé que naciste aquella noche.

4 comentarios:

  1. Me hubiese gustado estar allí para abrazarla fuerte, con toda esa noche alrededor.

    ResponderEliminar
  2. sólo cuando nos vemos en peligro somos capaces de revelar lo que siempre hemos callado y eso siempre me ha parecido interesante :)

    ResponderEliminar
  3. ¿como lo haces? ¿como puedes crear algo tan bello? ¿tan bonito? si tuviera tu permiso guardaría cada uno de estos relatos para poder imprimirlos y encuadernarlos luego. con tu nombre bien grande en la portada, como si fuera un libro de los de verdad.
    me encantas una y otra vez y cientos de veces seguidas.

    ResponderEliminar
  4. (cómo me encantan todos y cada uno de tus relatos)

    Es como un chute de adrenalina o algo; me quedo mirando a la pantalla como si fuese a estrangularla y a obligarla a que me traiga más.

    ResponderEliminar