Siempre me pregunté si al llegar escribía las mentiras en un papel. Si las dejaba por ahí o las guardaba en el cajón de su mesilla, para estudiárselas cada noche. Para que no se le olvidara ninguna. Mentía tanto, me atrevo a decir que demasiado. Últimamente creo que se confundía entre lo real y lo imaginario, que ya no sabía en qué mundo vivía. Pensaba que llevaba una libretita en el bolsillo del pantalón de pana, para apuntárselas al momento;cada vez que decía que le gustaba el café o que odiaba los donuts con glaseado. Nunca se lo dije, la verdad. Temiendo a que me mintiera y luego, de repente, sacara una libreta azul del pantalón y empezara a escribir. Eso era lo que tenía permanecer con él durante tiempo indefinido, que ya no sabías qué era verdad y qué ficción surrealista. Era un buen mentiroso. Ni enarcaba las cejas, ni fruncía el ceño, ni tan siquiera le picaban los ojos o se rascaba la nariz, que cuando a veces me mentía sentía la necesidad emocional de creérmelo, hasta cuando me decía palabras bonitas. Dos segundos después yo siempre esperaba que sacara un bolígrafo y se apuntara la mentira en la mano. Pero nunca lo hizo.
puede aprovechar ese buen mentir para jugar a las cartas.
ResponderEliminar(e igual todas las cosas bonitas que te decía no eran mentira ninguna)
(las mentiras se apuntan dentro, en el reverso de los alveolos, para respirarlas luego y que los demás se las crean. te lo digo yo, que he conocido a muchas mentirosas profesionales)
ResponderEliminarpd: hoy tengo galletas
de pez para tu pajarito.
¿crees que le gustarán?
claro que no, porque aquellas palabras bonitas no podían ser mentiras. ¿a qué no? :)
ResponderEliminarPrecioso lo que escribes me ha encantado, y ese pequeño pajarito tambien, te sigo!
ResponderEliminarA lo mejor llegó a caer en el error de creerse sus propias mentiras, con lo cual (en cierto modo) dejarían de ser mentiras... o tal vez no. Tal vez, simplemente, tenía una memoria extraordinaria cuando de mentiras se trataba. Quién sabe...
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