(es imprescindible leer el poema al terminar)

Boris Ytamik fue enterrado en un ataúd de madera. Color pálido. Encima se apaciguaban unas flores rojas y se leía alguno de sus poemas favoritos. Aquellos que antes habían proclamado Bukowski; o el Borges de sus mejores tiempos. Se abrió la sepultura de Olvido para enterrarle a él, y con esta apertura al submundo de los moribundos, Markov pudo tragar el aroma del perfume de su madre junto con el tintineo del cascabel que solía llevar al cuello. Olvido parecía no haber muerto nunca, como si hubiese permanecido sentada en la lápida, esperando estar presente en el entierro. Para luego descender, meciéndose entre las cuerdas, amando de nuevo al propio Boris.



Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur
de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad
que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.
Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación
de ser un desdichado,
pero humildemente recibe
esa felicidad, esa ráfaga

J.L. Borges.

4 comentarios:

  1. (estos entierros, de poemas así, tan hermosos, tan tristes, me ponen la piel de gallina)

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  2. ¿Cuál es tu poema favorito de Bukowski? :)

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  3. Estoy con Albanie, estos poemas me ponen los pelos de punta.

    Crêpes.

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  4. me he enamorado del apellido de boris

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