Utilizabas agua oxigenada para limpiar las manchas de sangre de tu abrigo de franela. Luego lo metías en la lavadora y dejabas que el detergente hiciera el resto. Te untabas las manos con betún y seguías asesinando pajaritos. A Olga le repugnaba todo ésto y te miraba desde el hueco del salón. Recuerdo que se ponía muy pálida y a veces se le escapaba un pequeño gruñido suave. Como si ella fuese una de tus víctimas.

4 comentarios:

  1. Pobre Olga, me la he imaginado suave y menuda como un pajarito, presa del miedo, de ser la siguiente en caer (acabar tintada de betún)


    (Tresmilcuatro
    latidos)

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  2. Quizás lo fuera, pese a conservar intacta la garganta.




    (sonrisa)

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  3. y es que olga tendría que haber enseñado a volar más rápido a esos pájaros muertos en el suelo.

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