Utilizabas agua oxigenada para limpiar las manchas de sangre de tu abrigo de franela. Luego lo metías en la lavadora y dejabas que el detergente hiciera el resto. Te untabas las manos con betún y seguías asesinando pajaritos. A Olga le repugnaba todo ésto y te miraba desde el hueco del salón. Recuerdo que se ponía muy pálida y a veces se le escapaba un pequeño gruñido suave. Como si ella fuese una de tus víctimas.
Pobre Olga, me la he imaginado suave y menuda como un pajarito, presa del miedo, de ser la siguiente en caer (acabar tintada de betún)
ResponderEliminar(Tresmilcuatro
latidos)
Quizás lo fuera, pese a conservar intacta la garganta.
ResponderEliminar(sonrisa)
jo es que pobres pajaritos :)
ResponderEliminary es que olga tendría que haber enseñado a volar más rápido a esos pájaros muertos en el suelo.
ResponderEliminar