Pelayo y María eran amantes desde que Miroslava llegó a España en el 66. María siempre necesitó alguien que le atusara el cabello los lunes por la noche. No le bastaba con sacarle las tripas a  las sardinas antes de llevarlas a la lonja o con limpiar los depósitos del aceite. Estaba cansada de ser una mujer de mandil y de cacerola honda. Para que la sopa no se quedase pegada al fondo. Conoció a Pelayo cuando fue a hacer una transacción al banco. Él era el gerente. Ella no sabía lo que era eso, pero se conformó sabiendo que él no iba en barco cada seis meses ni que tenía que zurzirle los trajes de cuando en cuando. A Pelayo le gustaban las arrugas marcadas de María y a ella sus patas de gallo. Que para el caso era lo mismo, pero con orígenes bien distintos. La frente de María estaba marcada por precipicios constantes, recuerdos de lo sola que había estado. Y los surcos de Pelayo se debían a las veces que contenía una sonrisa, aquellas que quería lanzar atropelladamente al mundo, casi sin querer. Pelayo hizo reir a María todos aquellos lunes de los años que pasaron juntos. Iban al cine y al teatro los viernes. Cogidos de la mano entre las sombras de las calles que no cubrían las farolas. Pelayo con la mano en el trasero de María cuando ella llevaba alguna cerveza demás. Al llegar a la puerta del cine o del teatro, según correspondiese, se separaban unos centímetros y caminaban en paralelo. Se sentaban en asientos separados por parejas de adolescentes. Pero se miraban en la penumbra de la función, buscándose con los ojos. Necesitándose en la distancia. Una de esas veces apareció el marido real de María. Llevaba los ojos rosáceos y las ganas de bronca le sobresalían por la comisura de boca. Tenía andares torpes y llevaba la camiseta manchada de grasa. Nadie se puso en medio por miedo a mancharse el vestido mientras él la pegaba. Ni tan siquiera el valiente de Pelayo.



4 comentarios:

  1. yo últimamente estoy de amantes hasta las trancas. escribió sobre Chloe y su amante Ángelo ese que siempre tiene a todas las niñas perdidas bajo sus pies.
    A Chloe también le pegan fuerte y por eso quiere largarse a vete tu saber dónde.

    (extremadamente precioso, eres toda una escritora)

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  2. Aquello que siento, aquello que llevo dentro
    más allá de todo pensamiento
    aun más allá de toda razón
    en el interior de un triángulo negro
    donde mora el puro amor

    http://blacktriangle.blogspot.com/

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  3. Tal vez Pelayo no era tan valiente como parecía (aún así lo perdono, porque creo que su amor es de verdad de la buena)

    (yo a María la salvava con los ojos cerrados. Tal vez porque compartimos nombre o por mí maldita manía de salvar a todo ser quebradizo o quebrado)


    Una bolsita llena de sugus de cereza.

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  4. Si de verdad le gustara a Pelayo no le hubiera importado mancharse.
    A veces no basta ser bueno con la gente, hay que dar un poquito más.
    Un texto muy bonito :)

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