era todo el sentido.

Se rascaba la espalda con entuasiamo. Las pecas le escocían una barbaridad. Incluso había pensado tapárselas con pintura de color carne, para no vérselas y que le dieran pena. Al fin y al cabo ellas no tenían la culpa de haberse vuelto tan revoltosas, era cosa de Pete y de sus cuentos nocturnos. De sus operaciones de álgebra en la espalda. Hoy se había puesto su jersey de lana, que como era gordito no se hacía tanto daño en la piel pálida y el dolor parecía menos así. Se le escapaba una lágrima de vez en cuando y ella se la enjuagaba con el puño de una mano, sin dejar de rascarse con la otra. ¡Jopetas con Pete!. Ya no le dejaría nunca más que contara historias de miedo por las noches, esas de brujas y fantasmas, llenas de soledades y de desamores a tutiplén. Pero tampoco podía hacer que se callara, en el fondo Pete era su amigo y a los amigos se les escucha.

Pete dice ¡hola! :)

3 comentarios:

  1. a los amigos se les escucha hasta la peor historia del mundo! y seguro que además Pete las cuenta super bien

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  2. La amistad es sagrada, además, si uno hace un bien, siempre regresa (:

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  3. ¡Que no se las tape, porfa! Las pecas revoltosas son las mejores del mundo, y si las untas con leche condensada, saben todavía mejor :)

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