Mi amiga Cristina tenía las piernas pálidas. Como inviernos polares en lugares calurosos. Creábamos un contraste sutil si pegábamos los pies a los cactus que mamá tenía en el jardín. Ella (Cristina) siempre me mimaba mucho por las noches. Me llevaba té con leche y algunas pastas ya frías a la cama. Su cama era de hojalata y estaba metida dentro de una habitación azul. Azul con tintes verdosos. Azul agumarina. Ella también tenía los ojos azules. Un tanto oscuros. Y empalagosos. Parecían champú derramado en el mar. O algún aceite espeso. Siempre llevaba el pelo revuelto. Decía que tenia cometas anudadas a las puntas y que por eso, al hacer un poco de viento, los mechones se le metían en los ojos. Entonces a Cristina le volaban cuervos oscuros por las pupilas marinas.

2 comentarios:

  1. cristina, un nombre maravilloso para una muchacha maravillosa.
    (siempre que dicen cristina me recuerdan a montones a Christina Rosenvinge ¿la conoces? deberías hacerlo, creo que te gustarían sus músicas).

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  2. Me gustan mucho tus textos
    Te sigo :)

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